Viajando ando

Argentina: Córdoba

Hotel Edén: historias de hoy y de ayer.

 

 

 

Era un verano caluroso, decidí escapar de la ciudad y había elegido como destino La Falda en la provincia de Córdoba. Quedé enamorada de las sierras y sus ríos, todos los días hacía una excursión diferente. Un día me quedó la tarde libre, así que salí a conocer la pintoresca ciudad de La Falda.

La calle ancha con una ligera pendiente estaba llena de negocios y movimiento, restaurantes y ferias de artesanías la completaban. Por aburrimiento o tal vez por curiosidad seguí caminando, la calle terminaba con una gran construcción histórica, en su cartel se leía: “Hotel Edén”. La majestuosidad de su fachada me despertó un interés por saber más de su historia. Si bien me gusta ir a museos, mi plan de vacaciones ese verano era conocer la naturaleza cordobesa, por lo que no había investigado sobre los museos de la zona.

Pagué mi ticket y pasé, allí dos leones anunciaban la entrada. Me recibieron y a una hora pautada formamos un grupo, comenzó el recorrido por el enorme hotel y nos contaron la historia completa. Me estremeció saber que por esos mismos escalones pasaron Rubén Darío y Albert Einstein, importantes políticos y personajes de la época. Un hotel que en sus años dorados era emblema de prosperidad.

Se inauguró el 26 de diciembre de 1898, las familias de la aristocracia argentina empezaron a frecuentar el hotel, instalándose todo el verano para codearse con los turistas europeos que huían del invierno del Norte y de la tuberculosis.

El hotel tenía unas 100 habitaciones, un comedor para 250 personas y la luz eléctrica era generada por una usina propia, cámara frigorífica, calefacción central y dos cocinas (una para comidas saladas y otra para dulces). Además, había huertas, animales de granja, tambo y hasta matadero propio. Todo era poco común para la época.

El Salón Imperial para fiestas y con orquesta en vivo, incluía también una sala de juegos. En el exterior la terraza abierta con vistas a las sierras, canchas de tenis y de bochas, una piscina, un Patio de las Damas, para el té de la tarde, y un Patio Cervecero dedicado a los hombres. Además, hay dos patios internos que se usaban para leer y charlar. Los lujos se completaban con una cava con 10 mil botellas de vinos finos europeos y una caballeriza que tenía animales disponibles para dar paseos por las sierras cordobesas.

Los 250 empleados se ocupaban de que todo funcionara, y como tareas diarias se le sumaba las tareas de lavandería, con planchas eléctricas, secarropas y esterilizadores para combatir el bacilo de la tuberculosis.  

Maria Herbert le vendió en 1912 la propiedad por problemas económicos a los oscuros hermanos alemanes Walter y Bruno Eichhorn. Estos se unieron al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y lo apoyaron económicamente, tal así que se encontraron cartas del mismo Hitler dirigidas a ellos, escritas con su puño y letra.

La caída de los nazis en Europa significó un gran golpe para el Hotel. En 1947, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, los Eichhorn lo vendieron de inmediato a una firma conocida como Tres K (los empresarios Kartulovich, Kamburis y Kutscher). La firma contrajo una deuda que no pudo levantar y, en 1953, se decidió rematar el hotel.

La aparición del antibiótico para combatir la tuberculosis y las colonias de vacaciones fomentando un turismo más popular, hicieron que la oligarquía se alejara de las sierras cordobesas, llevando así al hotel a la quiebra. En la década siguiente, pasó de mano en mano hasta el cierre definitivo, con reiterados robos. La última temporada del Edén fue la de 1965.

Hasta entonces sufrió saqueos continuos y robos de todo lo que alguna vez fue símbolo de plenitud. En el 1988 fue declarado Monumento Histórico Municipal y, un año más tarde, de Interés Provincial. Recién en 2006, una iniciativa local privada, Emprendimientos Edén S.A. trabaja para recuperar y mejorar lo que fue la época de apogeo del hotel.

El Hotel Edén es hoy un museo histórico, con visitas diurnas y nocturnas, espectáculos y eventos en sus salones. Está tan lleno de historias que hice las dos visitas, la diurna y la nocturna. Entre el relato de pasamanos entre sus dueños que no podían afrontar los gastos del mantenimiento, en mi mente hacía eco la idea de que los vecinos que estaban a solo 100 metros tal vez tenían algún elemento del Hotel Edén, sin saberlo o si, como producto de los saqueos y robos en esas décadas de abandono.

La imagen del Hotel durante el día son esos maravillosos salones restaurados llenos de la magia del pasado, y las sombras de la decadencia reflejadas en partes del edificio que yacen sumergidas esperando volver a tener su momento.

No soy creyente de lo sobrenatural, pero sentí una “energía diferente” durante el recorrido, especialmente en el sector de las habitaciones y la usina. La penumbra de las paredes rajadas y los pasillos angostos apenas iluminados por la luz natural de los grandes ventanales, escondían mas historias. Fue en uno de los patios internos que me pareció ver algo, una sombra humana que luego de volver a mirar ya no estaba. Era un pasillo que daba a otras habitaciones cruzando el patio, “es mi imaginación” me dije a mi misma. Mientras desistía de mi idea, me apresuré para seguir al guía, él seguía hablando cómo se vivía en la época de la Tuberculosis y mostrando las habitaciones restauradas. En esos tiempos se elegía Córdoba por su clima seco y la Tuberculosis hacia estragos entre la población, en una época sin antibióticos y en la que la prescripción médica consistía en el aislamiento y el aire puro y seco (el Edén era ideal).

Terminado el recorrido en ese sector el guía comenta de las apariciones de fantasmas en esta parte del Hotel. Me quedé helada, tal vez eso que vi no eran solo sombras. El relato del guía fue que en el verano de 2006 una nena de 5 años visitaba el hotel con sus padres y, cuando estaban por ir a la planta baja, contó que otra niña le había hecho esa invitación desde una de las habitaciones. Ella describió con tanto detalle la ropa de la otra niña y mencionó que la chica estaba muy enferma, dibujando un balde al lado de la cama, donde indicó que ahí escupía.

Los guías, luego de ese incidente, buscaron en documentos históricos, hasta que descubrieron que la primera dueña del hotel, María Herbert de Kreautner, contaba en sus memorias: “A pocos días de abrir las puertas del Edén Hotel, la alegría duró poco porque murió una niña de 8 años”.

Rastrearon en los avisos fúnebres de la época y encontraron que “la Niña Fantasma” era Ana Jaime de Abarca, la hija del médico del expresidente Julio A. Roca, que murió de tuberculosis en el Edén en 1898.

Otros relatos declaran haber visto a la Dama de Blanco, se cree que se trata del fantasma de la señora Ida Bonfert de Eichhorn, a la que varios visitantes vieron asomada a las ventanas (dicen que medía cerca de 1,90). Se dice de otros fantasmas más que aparecen en el hotel, desde adultos y niños, hasta bebes que fallecieron allí.

Luego fuimos a la usina, un lugar más deteriorado por el tiempo. Allí la energía la sentí muy negativa, no se cómo explicarlo, algo así como una tristeza profunda en el pecho. Quería salir de allí pronto, y solo pensaba, “espero que no nos traigan acá en la visita nocturna”.

Al día siguiente volví al Hotel Edén, para ver que me ofrecía en su visita nocturna. La experiencia fue completamente diferente, se proyectó un video para entrar en clima, y el recorrido por el edificio se realizaba a oscuras, con una linterna.

El primer destino fue la usina, ya sabia lo que me esperaba, el guía nos apagó la linterna dejándonos a oscuras allí por unos minutos, los minutos más largos de mi vida. Si sentí algo de día, de noche no podía ser mejor, solo cerré mis ojos y calculaba en mi mente la posición de todos en la habitación. La luz de la linterna volvió y seguimos el recorrido a las habitaciones del hotel.

El camino por dentro del hotel era un laberinto, un camino distinto que el de la visita diurna, todos seguíamos obedientemente a los guías, ¡nadie quería perderse! Los relatos de fantasmas seguían, detallando costumbres de esa época. Una de las historias que recuerdo es que en una de las habitaciones había muestras de las fotografías post mortem que en esa época les sacaban a los muertos por tuberculosis cuando el hotel funcionaba como refugio para la enfermedad.

Un guía nos dijo que debíamos encontrar nosotros mismos la salida, pero había que tener cuidado ya que una de las puertas nos llevaría a la habitación de las fotografías de post mortem. Algo había leído de esta costumbre y sin duda no tenía ningún interés de verlo en ese momento, en un hotel cuyos fantasmas siguen aferrados al lugar donde fallecieron. Por suerte salí eligiendo las puertas correctas, al azar y con mucha suerte. El ambiente se mezclaba de miedo y risas. ¡Los guías se la estaban pasando muy bien! Antes de terminar el recorrido, había unas sabanas y te asustaban, yo había escuchado los gritos y risas antes de llegar, así que no me agarraron desprevenida. Pero el señor que estaba atrás mío no se lo tomo muy bien al susto y reaccionó con un manotazo rápido. Justicia divina.

El Hotel Edén es un lugar lleno de historia, fue un hotel de la clase alta, luego un hospital para personas con tuberculosis, y en el final de su momento culmine la guarida de alemanes nazis. Hoy ofrece ese contraste entre una fachada moderna y la penumbra de un pasado, dándole un sello auténtico y haciéndolo resaltar de otros hoteles y museos. Me alegra haberlo encontrado y poder experimentar tantas emociones, como también aprender más de la historia. Allá al final de la calle principal de la ciudad de La Falda, en lo más alto lo podrás ver. El Hotel Edén espera en silencio, pacientemente recostado sobre las laderas de las sierras, para volver a ser símbolo de grandeza.

 

 

 

 

 

 

“Colecciona momentos, no cosas”

Email: barbaraortiz1501@gmail.com

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